domingo, 20 de mayo de 2007

AUTOBIOGRAFÍA (XXV) - Las deudas contraídas


(Fotografía: archivo familiar Valle Bascón)

Sorprende aún ver por las calles de Madrid y por las de otras ciudades más pequeñas, pero no por eso menos arraigadas en antaños amarillentos, las sonrisas infantiles envueltas en tules blanquísimos o en trajecitos de marineros (o de generales de navío), que aquí en la capital, parecen extraviados en busca de un puerto, luciendo el extraño rito del tránsito hacia la edad adulta, que aún tardará en venir años. También colorean las calles vestidos lustrosos de bodas principescas y los sobrecitos con regalos en metálico que serán sustituidos por teléfonos móviles y videojuegos obsesivos. Y todo ello suele ser síntoma de que llega la primavera, porque mayo suele llenar las iglesias con niños que comienzan a comulgar y a tomar el tren de las inevitables tradiciones.

Mucho tiempo atrás, la pobreza diseñaba trajes sencillos (angelitos o hábitos de blanco, por prescripción parroquial igualitaria); los presentes eran caramelos, plumas estilográficas brillantes pero baratas y diarios nacarados y afeminados como el que yo mismo recibí el día de mi primera comunión, y que quizás me animó a la escritura beatífica y libre de pecado. Entonces, cuando nuestras madres cumplían con el rito sacramental obtenían unas vagas esperanzas de salvación y de bondad. Pero ni aquellos recuerdos al borde del ridículo nos han hecho reflexionar hoy en día sobre las necesidades infantiles ni las verdades del cuerpo y del alma.

Las niñas, parece, siguen queriendo ser princesas; y los niños (marineros en tierra con cruces de Santiago también), protagonistas ficticios de regalos inverosímiles y caros, que poco tienen que ver con la caridad y el amor cristianos, aunque eso sea otro asunto bien distinto. Faltarán sólo tres años para que olviden tanta buena intención de apostolado y se adentren en el canuto y el botellón (sanísimos para el alma más que para el cuerpo) y sólo tres años más para que se hipotequen de por vida en las soluciones habitacionales y cuartos interiores sin más luz que la de las bombillas; aunque estas menudencias son poco comparado con recibir el cuerpo del Señor; que volverá a redimirnos de nuestros pecados, pero no sé si también de nuestras deudas contraídas con Banesto.

6 comentarios:

AVONDSTER dijo...

Jammer dat ik je verhalen niet lezen kan.......maar de foto's bekijken vind ik ook erg bijzonder.........

Hartelijke groet,

Anónimo dijo...

Respuesta de Luis Quiñones.

Thanks for your comment. The lenguages are a wall for comunication, but the photes, the images, are a universal lenguage which don't has problems for arrive to the heart.

I hope your visits. I will visit your blog.

Pd. I can´t write a comment in your blog, because I'm not usuary mail google sistem.

Paula García dijo...

Hola Luis,

Nuevamente me encantas con tu historia, ahora llena de angelitos.. Dime, ¿Qué niña no ha querido ser princesa? Yo siempre quise serlo :)

Te envío un gran abrazo,

Paula

El búho rojo dijo...

"dejad que los niños se acerquen a mí"

Como bien se ha dicho, ¿que ser infantil no ha soñado con ser un superheroe de sus cuentos... princesa o héroe???

Apenas recuerdo, pero sí que el traje era el símbolo de aquel sueño que rompía con la rutina del traje de "diario" y el de "los domingos"... un día de sueños, regalos y comer...

Comentarios sociales aparte (que como apuntas de soslayo, haberlos, haylos) es una bonita fiesta infantil antes de enfrentarse a esa tediosa vida a la que dificilmente podremos vencer.

Un abrazo

Fernando dijo...

Recorrer el tiempo pasado es un intento bueno de perdurar nuestra historia y la de nuestros ancestros...en ella a veces me siento detenido como en un jardín..un estanque y la tarde de un verano caluroso..un abrazo

Anónimo dijo...

Muy bueno Luis, ójala un ente superior nos salvara de las hipotecas y esos gastos del demonio que nos vuelven locos.
Me gusta la historia y sobre todo recordar viejos tiempos que no están muy lejanos, pero como ha cambiado todo, ¿nos hacemos mayores?. Un beso grande